Junio 19, 2017
Opinión

Orejeando

Diego de la Puente

Desde el momento que el nuevo Gobierno decidió eliminar los derechos de exportación al trigo (como así también a otros productos), terminar con las licencias de exportación no automáticas (ROEs) y quitar la obligación al sector de la exportación de tener que importar cereal en caso que el volumen exportado genere desabastecimiento interno, el mercado doméstico del trigo comenzó, lenta pero inexorablemente, a vincularse nuevamente con la plaza internacional. Nos guste o no esto es así, razón por la cual las vicisitudes por las que tenga que atravesar el cereal a nivel mundial, también nos afectarán a escala local.

Está última afirmación resulta mucho más determinante cuando Argentina tiene que “colocar” trigo fuera de nuestro principal socio y destino del cereal en el Mercosur, Brasil. Cuando ello ocurre, principalmente durante el periodo de cosecha, dependerá del resultado final productivo, el tiempo que nos lleve tener que competir con otros orígenes (léase Rusia, Ucrania, Estados Unidos, Canadá, Australia, etc…), para vender a destinos como Norte de África o Medio Oriente. Es precisamente en esos momentos en donde la plaza internacional nos afecta. Si hay que competir con precios mundiales altos y poco saldo por exportar fuera de Brasil, no es mayor problema. Ahora cuando tenemos que salir a vender con precios de nuestros competidores muy bajos y los excedentes exportables nuestros muy abultados como resultado de una gran cosecha, entonces nuestros precios FAS pueden resultar también por debajo de lo esperado.

Entonces, en estas nuevas condiciones, el cereal de invierno posee dos momentos de mercado bien determinados. El primer tiempo se da cuando hay que competir a escala global, mientras que el segundo tiempo resulta -una vez agotado el saldo exportable extra Mercosur- cuando quedamos “mano a mano” con Brasil. Sin lugar a dudas que esto no es nuevo, ya que cuando los mercados domésticos se encontraban desregulados, funcionaba de igual forma. Ello, ocurrió hasta el año 2003 aproximadamente. Desde ese tiempo a esta parte, las cosas también fueron evolucionando. A modo de ejemplo, Brasil ya no compra trigo condición “Cámara” como adquiría antes, sino que ahora exige a nuestro país ciertos estándares en cuanto a la calidad del producto que le exportamos. Resulta importante no olvidar que a nuestro vecino le conviene nuestro cereal por una cuestión arancelaria.

A modo de conclusión podemos decir que: 1) La intención de siembra del productor argentino es alta. Se estima que podrían llegar a sembrase unas 5,5 millones de hectáreas. 2) Con la humedad que hay en los suelos de la mayor parte de la Pampa Húmeda, es probable que la cosecha resultante sea importante. 3) La utilización de insumos por parte de los productores para lograr rendimientos altos, también es importante. 4) La gran variable de ajuste es el clima. Ya existen zonas que han desistido de implantar trigo por los excesos hídricos, y aunque pareciera que el avance en las siembras viene lento, los datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires que se conocieron el pasado 15 de Junio, muestran una implantación del 36,6%, levemente por encima del promedio histórico. Este último dato pareciera ser “la variable” a monitorear. Para aquellos que tienen que vender en cosecha, estar atentos a estas señales será imprescindible.