Septiembre 8, 2018
Opinión

La estrategia importa

Diego de la Puente

El término “exceso de confianza” bien podría aplicarse cuando alguien sobreestima su capacidad para resolver un problema. La llegada del actual Gobierno eliminando o disminuyendo los derechos de exportación al principal sector motor de la economía argentina, se esgrimieron como uno de los tres pilares mediante los cuales se podría terminar con todos o la mayoría de los problemas económicos que aquejaban a nuestro país. Pero ello no ocurrió. El exceso de confianza nos jugó una mala pasada. Entonces, nuevamente, y frente a la reiterada y férrea negativa del actual Presidente, uno de los tres pilares que hubo que eliminar para poder resolver nuestros problemas, volvió a instaurarse. Los derechos de exportación (D.E.) está vez tienen la particularidad que lo van a pagar todos los que exporten, aunque en proporciones diferentes. Todas las materias primas tributarán 4 Pesos por Dólar exportado, mientras que el resto de las exportaciones pagarán 3 Pesos por Dólar. Lo llamativo es que en el caso de la soja, además de abonar un 18% de D.E. fijo, tendrá que pagar los 4 Pesos por Dólar no solo sobre el poroto, sino también sobre el aceite y la harina. Este es el único caso en que ello ocurre ya que en los subproductos de trigo o de maíz por ejemplo, tributarán 3 Pesos/Dólar. De esta manera se elimina el diferencial arancelario que tenía nuestra industria aceitera de soja.

 

Sobre el diferencial arancelario

 

Más allá de las cuestiones técnicas sobre la implementación de este novedoso esquema de retenciones, muchas de las cuales no resultan claras aún (sobre todo en los contratos Forward), me resulta particularmente interesante profundizar sobre la cuestión del Diferencial Arancelario. Desde hace varias décadas, el complejo aceitero argentino posee una diferenciación (ventaja) económica a la hora de exportar subproductos de soja, en relación con la exportación de poroto. Ello, entre otras cosas ha permitido que nuestro país se haya transformado en el principal exportador de aceite y harina de esta oleaginosa a escala global. Y no por poco. Argentina representa casi el 50% del comercio mundial de estos productos, al menos hasta ahora. La eliminación de este beneficio, pone en riesgo la hegemonía que nuestro país tuvo hasta aquí. Es que en el contexto de la “guerra” comercial entre Estados Unidos y China podríamos tener un doble efecto negativo. El primero, tiene que ver con la presión que el Gigante Asiático generará sobre nuestros puertos para comprar poroto, más allá de lo que sus propias fábricas instaladas ahora en Argentina puedan adquirir de aceite y harina. El segundo y no por ello menos importante, la posibilidad de dejarle “servido en bandeja” el mercado de subproductos de soja a los Estados Unidos que ahora con la “imposibilidad” de exportarle grano a China posee la enorme oportunidad de ampliar su mercado de subproductos. Si bien de su capacidad instalada se encuentra actualmente casi al máximo, solo se necesitan inversiones. Resulta también atendible que muchas veces la ventaja mencionada no se ha trasladado a los productores por parte de las fábricas, no obstante la referencia se hace a una cuestión que tiene que ver con la estrategia de País, más que con las cuestiones domésticas.

 

La reinstauración de los derechos de exportación, no es una buena noticia para el sector agropecuario, mucho menos luego de haber atravesado la peor sequía de los últimos 60 años. El campo, al igual que el Presidente, no está de acuerdo con esto. Pero una vez más dejará caer sobre su lomo esta pesada carga. El presente artículo no trata de “disimular” la gravedad de este tema, simplemente intenta diferenciar de forma resumida lo que es urgente y lo que es importante.