La teoría dice que, al implementar derechos de exportación y restricciones comerciales para evitar la salida de granos sin procesar, se fomenta la industrialización de las materias primas.

Pero datos oficiales muestran que la intervención del mercado cerealero, lejos de incentivar el desarrollo, en realidad promovió la desindustrialización del sector.

A pesar de que la producción argentina de trigo pan y cebada (forrajera + cervecera) descendió un 26% en los últimos tres años, el nivel de procesamiento de ambos cereales se mantiene estancado: en 2013/14 fue de apenas un 40% (ver planilla).

En los últimos dos años la intervención kirchnerista hizo inviable la siembra de trigo en muchas regiones agrícolas: eso provocó una caída de la producción equivalente a los daños generados por la sequía histórica registrada en 2008 y 2009.

Buena parte del área de invierno se trasladó a la siembra de cebada (cultivo que, a diferencia del trigo, puede exportarse sin restricciones oficiales). Sin embargo, la capacidad interna de procesamiento de la cebada no creció en línea con la oferta, lo que produjo –al analizar al sector cerealero en su conjunto– un crecimiento de las ventas de granos sin procesar.

Mientras que en 2009/10 las malterías llegaron a procesar un 67% de la producción local de cebada, en las últimas tres campañas ese porcentaje no supera el 23%. Eso porque la mayor parte del producto se exporta como recurso forrajero a naciones musulmanas (se emplea fundamentalmente como alimento para camellos).

En cuanto al trigo pan, en el ciclo 2013/14 (noviembre a octubre) se procesaron 5,37 millones de toneladas, una cifra 2.8% superior a la de la campaña 2012/13, pero casi 15% menor a la del período 2011/12. La capacidad ociosa presente en el sector –que dispone de una capacidad instalada del orden de 12 millones de toneladas– es actualmente muy elevada.